Las campañas varían en intensidad. No hay campañas
idénticas, pero si hay campañas similares.
Esto se da principalmente porque los candidatos son
distintos en número y en ‘calidad’ y porque las expectativas de la ciudadanía
varía con el correr del tiempo: sobre los temas a resolver, sobre los
candidatos y sobre los cargos que se someten a elección.
Se puede decir, igualmente, que hay ideas que van en camino
a ‘eternizarse’ y que son aplicables en distintas campañas, aunque este es un
punto que trataremos en otro post.
Una campaña debe procurarse los recursos necesarios para llevar
adelante las acciones que le permitan ganar. Pautado en TV, radio y diarios,
impresiones de afiches, volantes, alquileres de locales, entre otras, son los
gastos más visibles que tiene una campaña.
Si bien los recursos financieros no son los únicos que hay
que administrar, si son fundamentales para alcanzar el objetivo.
Relegar o prescindir de actividades que permitan la recaudación
de fondos es atentar contra la propia campaña.
Lo interesante de este punto, es que la recaudación de
fondos puede resultar ser un buen argumento en la estrategia comunicacional que
muy pocos utilizan.
Por el contrario, muchos candidatos se resisten a realizar
actividades financieras y más aún a recibir financiamiento de parte de
empresas, por tenerlo como un condicionante a futuro.
Cuando esto ocurre, las posibilidades de realizar las
actividades que conduzcan al triunfo se ven limitados a los recursos con los
que cuenta el candidato y su entorno.
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